Desde Code Studio seleccionamos dos fotógrafos que han conseguido la distinción (además de un registro muy personal) a base de retratar el interiorismo de los edificios. Y sin olvidar sus fachadas
El alicantino Andrés Gallardo Albajar puede afirmar que ha visitado, sin que nadie lo ponga en duda, los monumentos más emblemáticos del planeta. Porque los ha fotografiado con su cámara. Desde el Guggenheim de Bilbao o el Louvre de París, hasta el Harbin Grand Theatre en China y la residencia Metropolis de Copenhague (o su acuario Blue Planet). En el portfolio de Gallardo tampoco falta, cómo no, el arquitecto catalán Ricardo Bofill. Concretamente, dos de sus obras más instagrameables del momento: el complejo Walden 7 de Barcelona y la Muralla Roja de Calpe (que los propios vecinos tuvieron que cerrar para que veinteañeros e influencers no atentaran contra su intimidad).
El Dongdaemun Design Plaza, de Zaha Hadid Architects, es otro de los iconos que el fotógrafo levantino pudo retratar en Seúl. Lo hizo cuando la revista Pinzle Magazine le invitó a un workshop en la capital de Corea del Sur. Y el resultado lo incluyó en su proyecto personal Urban Geometry. Un título que ya explica, de antemano, por qué Gallardo se centró únicamente en las formas de este edificio, hasta el punto de que cualquiera podría pensar que se trata de un ejercicio de abstracción. Pero, en el caso de que así fuera, el enfoque encajaría, casi como anillo al dedo, con la idea del complejo proyectado.
El que aparece caminando no es Andrés Gallardo. Aunque él también hizo la misma ruta cuando fue a retratar este espacio cultural, y neofuturista, que se inauguró en 2014.
“Su diseño, con más de 38.000m2 y 45.000 paneles de aluminio en la fachada, no solo se resume en la estructura principal”, explican desde la oficina de Zaha Hadid Architects a través de un comunicado. “También integra el parque y la plaza a la perfección, como si fueran un único elemento, borrando el límite entre la arquitectura y la naturaleza. Y creando un paisaje fluido”. ¿Por qué no mostrarlo entonces, igual que lo ha hecho Andrés Gallardo, como un escenario abstracto?
Por fuera, los paneles de aluminio le confieren al Dongdaemun Design Plaza un aspecto de nave espacial.
Hacia un discurso parecido ha evolucionado el fotógrafo suizo Luca Zanier. Aunque el proyecto más íntimo que ha realizado hasta la fecha, Corridors of Power, parte desde los contextos en los que se toman (y se cuecen) las decisiones macro políticas. Como la sede del Consejo de Europa en Estrasburgo, la del Partido Comunista Francés en París, la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York o, a menor escala, la biblioteca del Instituto de Derecho de la Universidad de Zúrich (donde vive Zanier ahora mismo).
Lo que él propone, sin embargo, no es despertar el efecto voyeur en aquel que mire las fotografías. Sino preguntarle qué es lo que ocurre en todos esos espacios cuando sus protagonistas (y el personal de limpieza) terminan la jornada laboral. Aquí es donde empiezan las cuestiones: ¿un interiorismo puede hablar y ser potente, más allá de lo visual, cuando nadie lo habita? ¿Puede tener la capacidad de imponer por sí mismo? La respuesta… en los detalles está. Si las estancias se construyen con un propósito grandilocuente, y la arquitectura se desarrolla con estructuras templarias (en dimensión y tonalidad), no hace falta que nadie las avale. Porque pueden, perfectamente, defenderse por sí solas.
Arriba, en tonalidades arena, el Consejo de Administración Fiduciaria de las Naciones Unidas, en Nueva York. Y, abajo, en blanco y azul, el Consejo de Europa en Estrasburgo.
Las que también disfrutan de una cierta autonomía son las viviendas, los locales públicos y los espacios de retail que Zanier retrata en el día a día. Que se lo digan si no a la tienda de la firma COS, en Zúrich, con una fachada absolutamente clásica (que conserva las estatuas de antaño y respeta el mobiliario urbano). O el parking Hardturm, también en la misma ciudad, con árboles en su interior.
Otro ejemplo es, sin duda, el bloque Spinnerei III, en la comuna suiza de Windisch, que alberga 50 lofts a lo largo de su distribución. Lo curioso es que todos los apartamentos los han diseñado estudiantes de arquitectura interior. Y su acabado refleja un par de detalles: uno, que la filosofía nórdica es palpable y medible (hasta en los rincones más minúsculos). Y dos, que lo que más importa, a la hora de fotografiar un espacio, no es la perspectiva. Sino el respeto por su historia.
El mundo, por fin, se ha puesto de acuerdo en algo: todos queremos una cocina como la que fotografió Luca Zanier en Windisch.