Lo fundaron en 2011 la catalana Anna Maria Bordas y el valenciano Miquel Peiro. Tres años después, el Chicago Athenaeum les incluyó en la lista de los 40 arquitectos menores de 40 años más prometedores de toda Europa. Ahora les visitamos en su despacho de la Avenue de la République para ver cómo siguen evolucionando
Antes que nada, vayamos al principio. Decidisteis empezar vuestro estudio de arquitectura después de trabajar juntos en la Fundación Louis Vuitton (que diseñó el canadiense Frank Gehry en el Bois de Boulogne, a dos pasos del Jardin d’Acclimatation de París). Imaginamos que aquello fue una gran escuela.
MP: Pues sí. La verdad es que fue brutal, una experiencia muy intensa. Sobre todo por el hecho de ver la manera con la que abordaban el proyecto, los métodos de trabajo tan experimentales que tenían los de la Fundación… y cómo llegaban al objetivo final.
AMB: Exacto. Porque Gehry, por ejemplo, nunca trabaja a partir de un objeto predeterminado. Es un arquitecto que parece muy formalista, pero que en realidad no lo es: hasta que él no tiene bien cuajado el programa, hasta que no lo diseña completamente, no empieza con las formas. Y nuestra manera de trabajar no tenía mucho que ver con todo eso. Pero al final nos sirvió para aprender.
A la izquierda y derecha, la fachada de la Fundación Louis Vuitton. El centro se inauguró en octubre de 2014 con el objetivo de promover el arte contemporáneo. Más allá de la visión comercial de la moda.
¿Y por qué decidisteis continuar por vuestra propia cuenta?
MP: Porque trabajábamos en una empresa de ingeniería, y en ese momento la Fundación Louis Vuitton ya se estaba acabando, Anna Maria estaba terminando otro proyecto en la Universidad de París, y tampoco es que viésemos grandes oportunidades. No había proyectos que realmente nos motivaran a seguir en la compañía. Así que dijimos “oye, ¿y si probamos por nuestra cuenta?”. También hay que decir que era un momento en el que podíamos tomar ese riesgo a nivel personal. Porque éramos jóvenes (se ríe). Nos hacía ilusión crear un estudio con nuestros valores, con la visión y la idea de arquitectura que teníamos en mente.
¿Esa idea, o ese enfoque, se distanciaba mucho de la arquitectura que había a vuestro alrededor?
AMB: A ver, nuestro caso era un poco particular, porque los dos somos ingenieros de caminos. Y yo también soy arquitecta. Entonces, el despacho de Bordas+Peiro lo empezamos intentando crear un espacio en el que esos dos mundos, que están muy cerca pero que en la práctica no se hablan demasiado, pudieran converger y convivir sin problemas. De hecho, ahora en el despacho somos 15. Y hay cinco ingenieros y 10 arquitectos. Por tanto, con respecto a la pregunta que nos hacíais del estilo… esa, sin duda, es una diferencia. Y la otra es que nuestra arquitectura, la que practicamos, es mucho más sobria y rigurosa que la de Gehry. Se ve muy claro con solo echar un vistazo a los referentes que tenemos: nos gustan perfiles como los de Rafael Moneo o Patxi Mangado, gente que trabaja muchísimo más el contexto histórico, constructivo, urbano… sin tener ninguna teoría formal. Es decir, si veis los proyectos o concursos a los que nos hemos presentado, os resultará complicado encontrar un patrón, un principio formal que se repita. Porque cada uno parte del contexto en el que se encuentra, nace de su emplazamiento, del uso que se le vaya a dar al edificio. También de la experimentación. Cada proyecto, para nosotros, es un objeto único. En una conferencia que dimos en París definimos nuestro método de trabajo como una triada de “intención, tensión y realización”. En resumen, como una mezcla de intenciones (de las suyas, del cliente, de los usuarios) que se concretan en un resultado físico. Y eso es lo que nos parecía interesante y pusimos en práctica casi desde el principio del despacho.
Así es el centro logístico que Bordas+Peiro diseñó en el sur de París. La fachada es de madera reciclada. El edificio es reversible. Y la idea es que, a lo largo del día, funcione como un open space.
¿Y esa experimentación que habéis mencionado ha ido cambiando con el tiempo?
MP: Bueno, yo diría que las intenciones siguen siendo las mismas. Lo que ha cambiado son los métodos. Porque al principio solo éramos dos; ahora tenemos a 13 personas a nuestro cargo. Y necesitamos saber trasmitirles nuestros valores. Que más que cambiar, se han esclarecido. Digamos que los hemos formalizado para saber cómo contárselos a los demás. Y eso se puede aplicar a casi todo: antes había cosas que hacíamos casi de manera intuitiva y que, ahora, con el tiempo, pues las abordamos con un pelín más de lógica. También porque hemos estado haciendo un esfuerzo muy grande en la teorización de nuestra manera de trabajar. Para intentar entender por qué lo hacemos así, cuáles son las razones que mueven el inicio de un proyecto y qué factores motivan su resultado final. Y, sobre todo, lo que sí es muy diferente también es la manera con la que haces que los demás, los de tu equipo, diseñen el proyecto que tú necesitas que diseñen, pero permitiéndoles al mismo tiempo que aporten algo. Porque de lo contrario no habría diálogo. Y una conversación siempre es necesaria para poner en común los valores de un despacho y la inventiva de todo su equipo.
Hablemos ahora del presente. ¿Qué proyectos de arquitectura tenéis sobre la mesa?
AMB: Pues mirad, nosotros tuvimos la suerte de ganar dos estaciones de metro en la nueva línea que se abrirá en París: la parada de Clichy-Montfermeil y la de Stade de France. Esos son los proyectos que más de cabeza nos han llevado estos últimos años (se ríe).
MP: en el mes de abril también nos hemos precalificado para tres concursos. Y de aquí a junio vamos a presentarnos a tres más. Uno es para desarrollar una residencia de estudiantes, que queremos que sea adaptable, flexible, evolutiva, que pueda cambiar con el tiempo. Otro es para la rehabilitación y reforma de un mercado en el sur de París. Y, después, estamos diseñando un centro logístico a orillas del Sena, en el sur de la ciudad.
La estación de metro Stade de France, por dentro y por fuera, lucirá como Bordas+Peiro planificó en estos dos renders.
En paralelo a vuestro estudio dirigís Ordeis Lab, una plataforma de reflexión sobre la arquitectura, el terreno y la ciudad, en términos contemporáneos. Aquí va la pregunta: teniendo en cuenta que la mayoría de la población mundial se está condensando en núcleos urbanos, y que el espacio de vida, por tanto, se va a reducir (si no lo está haciendo ya), ¿qué creéis que les hacen falta a las ciudades del siglo XXI para que favorezcan la convivencia? ¿Qué necesitan tener? ¿Quizá más espacios públicos como, por ejemplo, los que planteasteis en el proyecto Manzana Verde en Málaga?
AMB: Es difícil contestar a esa pregunta rápidamente, porque es un tema que no se ha resuelto todavía (piensa en cómo responder). Había un arquitecto italiano, Aldo Rossi, que escribió un libro que se llamaba La arquitectura de la ciudad. Y él decía que los centros históricos funcionan por una cuestión: porque se forman a partir de capas históricas de diferentes épocas, porque son el resultado de distintas adaptaciones. Entonces, lo que yo creo que es esencial, cuando diseñas una ciudad, es que tienes que ser lo suficientemente humilde para entender que lo que tú hoy estás diseñando, mañana se va a modificar. Que es algo que no tienes en cuenta cuando te enfrentas a la arquitectura de un edificio, porque siempre esperas que vaya a perdurar tal cual. La ciudad, en cambio, es una cosa mucho más viva y movible que tienes que dejar que evolucione. Después, creo, hay que plantear ciudades en las que no necesites el coche para ir a todos los sitios, que tengan redes de transporte eficaces y no obliguen a la gente a conducir. Lo cual ayudará a que haya más espacios públicos y de encuentro. Y, finalmente, otro tema que me parece crucial es el de la ecología, el tema medioambiental. O sea, hoy en día las ciudades deben diseñarse en relación con la naturaleza, y que haya una verdadera implicación entre paisaje y arquitectura. Aunque tampoco hay que caer en la demagogia de ponerse a plantar árboles en todos los sitios, incluso en los tejados, como algunos se plantean. Si lo analizamos, al final este tema va ligado al hecho de que las ciudades del siglo XX se han diseñado a partir del coche.
En el proyecto Manzana Verde, el título era literal: Bordas+Peiro quería que la ciudad andaluza tuviera un pequeño espacio naturalista. Y que formara parte del ámbito público.
Si os dieran ahora la oportunidad de realizar cualquier proyecto, el que quisieseis, y además sin límite de presupuesto, ¿qué opción escogeríais?
MP: Hay varios proyectos que me gustaría haber hecho. Como la Fundació Joan Miró, por ejemplo. O el Mercat dels Encants de Barcelona. Ahora creo que también debería decir la reconstrucción de la catedral de Notre Dame (se ríe). Pero, aparte de eso, creo que Anna Maria y yo no tenemos ningún proyecto idílico. Lo que sí tenemos son ganas de diseñar programas que nos interesen. Y a nosotros nos interesan mucho los equipamientos públicos. Hacer edificios, pongamos una filarmónica de ejemplo, que tengan un impacto en la ciudad.
Y ya, para terminar, hagamos balance: ¿os ha costado llegar hasta el punto en el que estáis hoy?
AMB: Fácil no ha sido, eso está claro. Pero al menos, haciendo balance como vosotros decís, nos ha ido muy bien. O sea, estamos bastante orgullosos, porque ahí afuera hay muchísimos estudios de arquitectura, e intentar mantener una progresión, con proyectos que sigan siendo grandes e interesantes, pues no deja de ser un reto. Pero es bonito ver cómo de la nada ha salido todo esto, ¿verdad?
MP: sí, sobre todo cuando estás en el despacho y te das cuenta de que tienes a 13 personas trabajando a tu lado, porque hace siete años no me lo hubiera imaginado. Pero al mismo tiempo es duro. Es algo que siempre les decimos a nuestros trabajadores, y también a nuestros alumnos (Anna Maria da clases en L’École Nationale d’Architecture Paris-Val de Seine; Miquel, en la de Bretaña), y es que la arquitectura se basa en el trabajo. Le Corbusier decía que la inspiración solo te viene cuando estás trabajando. Y tenía razón. Aunque trabajar tampoco implica que las cosas te vayan a salir bien. Y eso es lo verdaderamente jodido (se ríe).