Norman Foster vuelve a Bilbao

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10 enero, 2020

De nuevo en la ciudad, el estudio del arquitecto británico propone ampliar el Museo de Bellas Artes con un diseño tan humanista como sostenible

 

No era cuestión de capricho. Hacía años que la pinacoteca bilbaína pedía a gritos una reforma que mejorase la experiencia de visitantes y trabajadores. Lo cual, en 2020, ya ha pasado a ser un proyecto con forma propia: de los seis equipos que seleccionó el jurado en el mes de abril, entre los que destacaban los arquitectos japoneses SANAA, Foster + Partners se llevó la adjudicación final el 23 de julio. Su propuesta –titulada Agravitas– la había desarrollado con el estudio del proyectista vasco Luis María Uriarte, y bajo la idea de respetar, principalmente, la herencia histórica de la ciudad.

 

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Por fuera, así lucirá la reforma y ampliación que planea el arquitecto británico.

 

De hecho, una de las particularidades con las que contará el Museo de Bellas Artes, a partir del 2023, remite a su pasado: Norman Foster quiere devolverle el protagonismo al primer edificio del centro, el que se levantó en 1945, reestableciendo la entrada original. También promete oxigenar el espacio expositivo, tal y como cuenta el periodista Pedro Gorospe en El País. “La nueva propuesta implica una ganancia de 2.000m2 sobre la primera, al diseñar una galería en el sombrero con el que Foster cubrirá los dos edificios contiguos de la Pinacoteca (el de 1945 y 1970)”. Por sombrero, Gorospe se refiere a una planta adicional, diáfana y flexible, recubierta de piedra blanquecina y con vistas 360o a la ciudad.

 

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El interiorismo de Foster y Luis María Uriarte aspira, desde el primer día, a ser un rincón orgánico.

 

“Esa inesperada superficie permitirá la reubicación de las oficinas (actualmente, en el sótano) y del área de educación, y evitará la construcción de un edificio anexo”, añade el periodista, que estuvo recopilando las explicaciones del propio Foster el pasado diciembre, durante la presentación en público del proyecto. Según el arquitecto, “la institución, con este diseño, podrá utilizar el espacio liberado en el sótano -de unos 1.000m2– como almacén para el depósito de obras, sin tener que buscar o construir otro edificio en un punto aparte de la ciudad”.

 

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Foster ha querido expandir las zonas expositivas para que, cualquier obra, por muy de gran formato que sea, pueda visualizarse desde un gran plano general.

 

Pero todavía hay más novedades. Se instalarán placas solares y sistemas de captación de luz natural, “y la intervención convertirá la Plaza del Monumento a Arriaga en el nuevo eje vertebrador del Museo”, especifican desde el propio centro. “Así, todo el conjunto quedará más integrado, hacia dentro y hacia fuera”. Es la reflexión que Foster ha sacado al acatar, una vez más, su filosofía de indagar en el pasado para construir con la coherencia que requiere el futuro. Cosa que se percibe en la tienda de Apple que ha diseñado en la primera biblioteca pública de Washington DC; o en la reforma que el británico efectuará en el Museo del Prado, dentro de poco, conectándolo con el madrileño Parque del Retiro.

 

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En la imagen de Folch para la Fundación Arquia, Norman Foster aparece trabajando en su estudio, vestido con el jersey de cuello cisne que le ha acompañado durante las últimas décadas.