Cuando la simplicidad se convierte en el punto de partida

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6 diciembre, 2019

Desde Code Studio repasamos varias de las obras más legendarias de Ronan & Erwan Bouroullec para entender la idea que persiguen: diseñar muebles e interiorismos pragmáticos, a la par que populares

 

Como le ocurre a la gran mayoría de diseñadores, los hermanos franceses también tuvieron su mecenas: el director de arte Giulio Cappellini los fichó en el Salone del Mobile de Milán, en 1997. Para la periodista de arquitectura Anatxu Zabalbeascoa, tal y como contaba en su artículo de El País Semanal, ese fue el hito que primero permitió a Ronan (1971) y Erwan Bouroullec (1976) consolidarse en París. Y después ampliar su cartera con proyectos incipientes: desde diseñar la tienda A-POC del japonés Issey Miyake en el 2000, hasta replantear las oficinas de Vitra con un sistema, Joyn, que permitía dividir las mesas con separadores modulares.

 

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En 2002, los hermanos le ofrecieron a Vitra un nuevo modelo de despacho horizontal (y de cultura laboral), sin la necesidad de hacer reformas.

 

Las colaboraciones, a partir de ese momento, no hicieron más que sucederse. Lo lógico hubiera sido ampliar el equipo para abordar iniciativas cada vez de mayor envergadura y escala. Pero no ha sido así. Hoy, desde su estudio en el barrio parisino de Belleville, los Bouroullec trabajan tan solo con 12 colaboradores, por una razón que ellos mismos revelaron en el último número impreso de ICON Design: “A nosotros no nos interesa crecer más. Hemos rechazado ofertas de hoteles y restaurantes”, admitían el pasado octubre en la revista española, cuyo redactor añadía que, según los rumores, también han declinado una propuesta para el Estado francés.

 

Lo que sí aceptaron, a finales de 2017, fue el diseño del nuevo showroom de Kvadrat en un antiguo almacén del puerto de Copenhague. Con la reforma, al interiorismo le agregaron suelos de roble natural y de hormigón armado, que se conjugó en algunas paredes junto con muros de ladrillo y vidrio extruido. El detalle clave lo aplicaron en la sala de exposiciones: para colgar las cortinas y alfombras de la firma de textiles no optaron por estanterías o percheros. Su solución fue más complicada. Los dos instalaron cadenas verticales en el techo, acompañadas de rieles horizontales, de manera que los productos de Kvadrat pudieran colgarse como obras de arte. Con la posibilidad, además, de desplazarse por el espacio según las necesidades expositivas.

 

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Podría ser una galería de arte, pero es la sala de exposiciones del showroom de Kvadrat.

 

En el portfolio de los Bouroullec, casi siempre es la complejidad del proceso la que genera la sensación de sprezzatura en el resultado final. ¿Un ejemplo? La vajilla y cubertería Ovale que idearon para Alessi, cuya simplicidad radical la obtuvieron, en palabras de la marca, “recurriendo a la forma mínima que se necesita para diseñar cualquier cosa”. Algo parecido se observa en sus sillas y bancos Palissade que la firma HAY edita, básicamente a través de una estructura de tubos y listones de acero galvanizado, muy similar a las que hoy pueden verse en terrazas y parques. Esta apreciación, en realidad, tiene su por qué: a los hermanos les gusta que sus productos sean objetos asequibles. “Y, más que provocadores, que sean populares”, destacaron en ICON Design.

 

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A la izquierda, algunos de los modelos que ofrece la colección Ovale. Y, a la derecha, la silla Palissade, que revestida en aluminio plateado no oculta (ni quiere hacerlo) sus referencias urbanas.

 

Su propósito lo consiguieron con la silla Élémentaire, también de HAY. “Para realizarla abandonaron la madera por un material tan denostado como son los polímeros”, informaba el redactor de la entrevista. El modelo, de 99 euros, se ha convertido en una prueba de que el diseño de autor puede llegar a todos los públicos, esquivando los procesos de producción asfixiantes de las grandes cadenas. “Pero las alternativas son excepcionales”, apuntó Ronan. “Hacer productos de calidad suele implicar fabricarlos en Europa con editores que persiguen una modernidad. Y eso, lamentablemente, tiene un coste y un precio elevado”.

 

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La sillería Élémentaire nace de la insatisfacción: a sus autores no les encajaban los asientos de plástico que se producían en el mercado. Y diseñaron uno que fuera “simple y barato, como una camiseta blanca o unos pantalones vaqueros”.