Te podrá gustar más o menos, pero la realidad, cuando se trata de evolucionar en los espacios gastronómicos, no entiende de preferencias. El equipo de Code Studio explora el camino que el interiorismo está recorriendo mientras los demás se sientan a comer
Aquellos histriónicos salones de Nueva York en los que Woody Allen, solo o con desconocidos, cenaba hasta las tantas y sacaba conclusiones de su hipocondría, la televisión de Hollywood o la cultura de masas, no es que hayan desaparecido del todo. Qué va. Simplemente han dejado paso a la concepción que en el siglo XXI se tiene de los restaurantes: locales a los que solo se acude con la intención de comer. Mejor o peor. Con conversación incluida o sin ella. Acompañados de una experiencia sensorial o con el acto básico de pedir algo de la carta y engullirlo sin preliminares. Ahora bien: están los que piensan que esta tendencia es fruto de lo que demandan las grandes ciudades, y los que señalan que todo esto no deja de ser una imposición de los restaurantes para agilizar el servicio y rentabilizar sus mesas al máximo. Sea como sea, siempre habrá un punto intermedio, y la arquitectura y el interiorismo están dispuestos a jugar a favor de ambas partes: sin discriminar a los comensales ni pasar por alto el beneficio económico de los propietarios.
Restaurante Code Bilbao. Foto: Iñaki Armada
“Madrid y Barcelona llevan un tiempo asumiendo esta tendencia en la restauración, y ciudades más pequeñas como Bilbao y Valencia también se están acostumbrando”, explica el fundador de Code Studio, Diego Gómez, que en este caso propone un equilibrio a medias. “Es importante que la agilidad en el servicio no sea agresiva ni perjudique a los clientes, pero al mismo tiempo ellos deben percibir sutilmente esas prisas. Y eso se consigue construyendo una atmósfera que respire calma y calidez, sí, pero en su justa medida”. O lo que es lo mismo: hacer que los comensales se sientan como en casa, avisándoles a través de ciertos matices de que no pueden descuidar el reloj. “¡Exacto! Y esos matices, esos pequeños detalles, son fórmulas del diseño”, comenta Diego. “Por ejemplo, hay que pensar en la distribución de las mesas dependiendo de la morfología del local. Si hablamos de establecimientos de comida rápida, no tan elaborada, con una gama de precios media-baja, lo que se puede plantear es una zona común, al estilo del comedor de toda la vida, en la que los clientes comparten mesa entre ellos”.
Restaurante Hot Now, Madrid. Fotos: Brecha Studio
Para espacios, en cambio, en los que se busque más privacidad, aunque también con la idea premeditada de tomar algo rápido en poco tiempo, Code Studio defiende otra fórmula: “diseñar una zona de mesas altas, con una altura similar a la de la barra”. Ideal para pubs, coctelerías o locales de pintxos y tapas. “O incluso estructurar una distribución que sea versátil, que en cuestión de minutos las mesas se puedan adaptar de otra forma totalmente distinta, de acuerdo a las horas del día y a la demanda de los clientes”. Una opción pensada, precisamente, para locales todoterreno que ofrecen servicio de cafetería, restaurante de menú o a la carta, y sesión de copas al caer la noche. “Pero no solo hay que tener en cuenta la colocación y distribución de las mesas, la barra o la cocina. Hace falta trabajar muchos más detalles para que esa atmósfera de tranquilidad sea efectiva”.
Restaurante Mont Bar, Barcelona. Foto: cortesía del local
Los ejemplos se suceden: “A nosotros nos gusta optar por paredes con texturas, cementos o tramas geométricas, y techos con diferentes alturas que generen varios ambientes en un mismo espacio”, señala el equipo de Code Studio. “También somos mucho de añadir telas, cristales o elementos metálicos, en forma de estanterías, por ejemplo, para colocar plantas y algún objeto ornamental en serie, muy repetido. Eso ayuda a armonizar el local”. ¿Algo más? “¡Que no se nos olviden las lámparas! Porque en realidad siempre vienen muy bien para la iluminación indirecta”. La luz, justo, es otra estrategia fundamental, ¿verdad? “Sí, y siempre una iluminación cálida que recalque las zonas de interés (como las mesas, la barra y ciertos rincones en concreto) y difumine las zonas menos importantes”, apuntan.
Restaurante El Imparcial, Madrid. Fotos: Lucía Marcano
“Con una buena luz que redireccione la atención del comensal, colores neutros y varios puntos de fuerza, en rótulos o en paredes como la que hay detrás de la barra, la ecuación estará resuelta”. En cuanto a los materiales, dice Diego, su predilección pasa por las maderas y paneles lacados. Y siempre, aplicados de manera sencilla. “Porque del mismo modo que los clientes exigen rapidez a la hora de tener la comida lista sobre la mesa, los restaurantes nos piden a nosotros, a los estudios de interiorismo, agilidad en el proceso de reforma”.