Con la empresa Susaeta Iluminación se podrían resumir los últimos sesenta años del interiorismo vasco. Ahora, su fundador Javier Susaeta no solo rememora la evolución de una casa histórica. También cómo empezó a colaborar con el equipo de Code Studio
Si te soy sincero, yo no escogí trabajar en Susaeta. Ojo, que me tuviera que encargar del negocio familiar tampoco es que fuera una carga ni algo para echarse las manos a la cabeza. Ni mucho menos. Pero que esté hablando contigo aquí y ahora, y eso es cierto, tiene que ver con el transcurso de las circunstancias. Y también con el compromiso. Cuando mi padre se jubiló alguien tenía que tomarle el relevo. Imagínate la situación: de repente, un economista dirigiendo una empresa que desde 1962 se había dedicado a la iluminación. ¿Y qué es lo que hice? Pues aportar, básicamente, lo que más me gustaba de ese mundo, y que yo había aprendido casi de manera autodidacta, que era la creatividad, el diseño y el dibujo. Intenté convertir nuestra herencia, lo que mejor se nos daba, la especialización en el alumbrado, en un valor añadido dentro de cada obra.
Y con los años nos hemos redefinido. O sea, en Susaeta no hacemos proyectos, vamos a decir, sencillos; siempre requieren de peculiaridades que se distancian de lo común, que tienen algo de especial. Y esa diferenciación aparece en seguida, es palpable, cuando haces un hotel o una oficina. O la reforma de una vivienda, por ejemplo. Tú, como cliente, puedes renovar el espacio de tu negocio a un nivel básico o puedes acudir a un diseñador, arquitecto o interiorista que te aporte algo más. Y, bueno, digamos que ese es el nicho de nuestro mercado, el sello de nuestro currículum. Nosotros hacemos cosas que todavía no se pueden vender por Internet, y cuando digo Internet me refiero al mercado global, a un centro comercial o a cualquier gran superficie. Evidentemente, está claro que no podemos competir contra nada de eso, pero sí plantarles cara con un modus operandi que ellos no pueden darte hoy por hoy, que se resume en la especialización, el servicio y el máximo detalle.
Te diré, además, que no existe en iluminación nada que Susaeta no haya hecho ya. Quizá pienses “vaya egocéntrico”, pero nos hemos enfrentado al estadio de fútbol San Mamés, a varios edificios históricos, a un aeropuerto y a los Arcos Rojos de Daniel Buren en el Guggenheim de Bilbao. Ahora la pregunta es: ¿queda algo más por hacer? Bueno, ¡depende de cómo lo mires! Si estás pensando en la fábrica McLaren en Woking (Inglaterra), por supuesto que nos queda mucho camino por delante. Porque la obra que hicieron Norman Foster y Ron Dennis define esa perfección que todos hemos perseguido más de una vez. O al menos lo hemos intentado.
Por cierto, que tampoco se me olvide hablarte del estudio de interiorismo Code Studio, ni de su fundador Diego Gómez, porque la historia da para varios minutos más. Él fue alumno mío en el IADE de Bilbao cuando daba clases de luminotecnia. Todo hay que decirlo: un alumno aplicado, que se preocupaba por el tema, de los que levantaba la mano lo justo y necesario. Sin exceso. Después, de esas casualidades de la vida, nos volvimos a encontrar en el estudio del decorador Luis Castejón. Y desde que Diego se lo montó por su propia cuenta, allá por el 2016, no hemos parado de colaborar. Sobre todo haciendo muchas obras de retail, para tiendas y restaurantes emblemáticos, y desarrollando interiorismo corporativo. Ya sabes, oficinas y espacios de trabajo. La conclusión, al final, es que siempre es reconfortante comprobar todo lo que puede aportar un equipo joven como el de Code Studio cuando has madurado en tu terreno. Y eso te ayuda a no dejar de plantearte cuestiones esenciales. Como, por ejemplo, si todo eso que hoy ves y te gusta, seguirá gustándote dentro de diez años. ¿Podrás seguir viéndolo sin que te canse? ¿Todavía te parecerá nuevo? Si te haces estas preguntas y te contestas a ti mismo con un sí rotundo, entonces sabrás que estás delante de un buen diseño. Y más cerca aún de ejecutarlo.