Vivir en espacios contemporáneos

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13 diciembre, 2018

Todo lo que hay de singular en los interiorismos del 2018 lo hemos descrito a continuación. Ahora viene la apuesta: ¿cuánto tiempo durarán estas tendencias?

 

Como cárceles de asfalto. Así definen Madrid y Barcelona muchos de los que se ven abocados a vivir en sus zonas más céntricas (o incluso, cada vez más, en la periferia). Y no les falta razón: es suficiente con echar un vistazo a las nuevas obras de cualquier gran ciudad para darse cuenta de que el apartamento, que en su mayoría no es más que una pequeña división de los pisos antiguos, se ha convertido en la vivienda urbana por antonomasia. Lo cual no siempre es peyorativo. O al menos no desde el punto de vista del interiorismo, porque un espacio reducido también da pie a la versatilidad. “Y es más funcional, mucho más manejable”, considera el fundador de Code Studio, Diego Gómez, que en los últimos años, y en primera persona, ha vivido los cambios de la casa española. O de varias de sus versiones más recientes.

 

“Cuando el espacio viene muy ajustado, lo primero que hay que rediseñar es la distribución”, comenta. “En muchos casos se unifica el salón con la cocina, generando una sola estancia, un ambiente que da la sensación de apertura y desahogo”. En otros proyectos, los clientes incluso prefieren eliminar los pasillos y las zonas de paso. “Así consiguen más metros útiles para dárselos a otras estancias, como el dormitorio y los baños”. Pero uno de los problemas que surge al plantear esta estructura abierta es la intimidad. Por ejemplo, ¿cómo se camufla la vivienda cuando, un viernes noche, sube a casa el repartidor de pizzas? ¿Y si la típica vecina llama al timbre para escudriñar con la excusa de “vengo a pedir sal”? “La idea siempre es que la entrada quede resguardada”, explica Diego. Él aconseja introducir un pequeño aparador o un armario gabanero que no permita ver el resto de la casa. “Además será otra solución para guardar esos zapatos o abrigos de temporada que no caben en ningún otro sitio”.

 

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El salón de esta vivienda en Getxo, Vizcaya, destaca por muchos detalles. ¿El más imprescindible? Los ventanales que mantienen iluminada la estancia, especialmente en los días más grises.

 

Al margen de la distribución, la luz también ha ido evolucionando. Y más allá de la sostenibilidad. “La gente empieza a entender que la iluminación no solo es una cuestión de mitigar la falta de luz”. Este cambio lo ha notado el equipo de Code Studio al ver que algunos de sus clientes, a menudo, buscaban crear varios ambientes en una misma zona. Casi siempre, en el salón. “Y se agradece, porque ese es el objetivo de una buena iluminación: realzar, matizar o ensombrecer espacios”, apuntan. “Y más ahora con el desarrollo de toda la tecnología LED y las luminarias de luz indirecta. O las lámparas portátiles, sin cables, que permiten desplazarlas a cualquier zona de la casa. Como la FollowMe de Marset”.

 

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A la izquierda, la lámpara FollowMe que diseñó Inma Bermúdez para la firma Marset. A la derecha, la silla Wishbone, del año 1949, recrea la forma orgánica de los huesos. Su autor, Hans Wegner, la planteó con la idea de que pudiera sobrevivir sin demasiada compañía a su alrededor.

 

¿Y qué hay de la decoración? “Pues el hecho de vestir de una manera u otra el sitio en el que vives, en parte es una respuesta al contexto social”. Durante la crisis, el minimalismo se estableció en los interiorismos, básicamente, como una reacción a la austeridad y la falta de medios económicos. Luego todo eso evolucionó: la gente, ante el vacío, empezó a llenar sus casas de objetos personales decorativos, mucho mobiliario auxiliar… “y hasta ornamentaron las estructuras básicas de los pisos”, reconoce Diego, que recuerda aquella etapa como un horror vacui. “Ahora estamos en el punto intermedio de esas dos dinámicas. Algo así como un less is a bore: viviendas ni demasiado vacías ni demasiado recargadas”. Lo observa en sus clientes: “al salir poco a poco de la crisis, muchos prefieren invertir en piezas de diseño que son accesibles por su precio, pero también por los métodos de compra. La comodidad de escoger un producto desde la web y en un par de días tenerlo en casa, sin moverte, muchas veces influye en la decisión de seleccionar un mueble en concreto”.

 

Hay otro comportamiento que gira alrededor del less is a bore: cualquier detalle que se añada es bienvenido, sí, pero siempre y cuando venga con un criterio detrás. “Ahora se juega mucho con las puertas, que ya no sirven solamente para acceder o salir de las estancias. Se les aplican lacas con colores más intensos y se magnifican las dimensiones, de manera que su altura, a veces, puede llegar hasta el techo”. Al parecer, los baños se mueven a la inversa: “cada vez son más pequeños, así que es habitual deshacerse del bidé y cambiar la bañera por una ducha”, informa el equipo. “A nosotros, además, nos gusta que el baño sea un espacio luminoso. Esa idea la potenciamos con cerámicas de tonos muy claros que imitan el mármol. También dulcificamos el ambiente con muebles que tengan acabados en madera y que reproduzcan, de alguna forma, la sensación de estar en contacto con la naturaleza”.

 

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En esta casa de Gran Vía, en Bilbao, las puertas se prolongan hasta el techo. Y lo hacen, además, acompañadas de tiradores de la marca holandesa Formani. Más abajo, su baño demuestra que unas cerámicas con colores suaves, bien iluminadas, pueden levantar el ánimo a cualquiera. Incluso un lunes a primera hora de la mañana.

 

Pero las decisiones, si tienen que ver con el ejercicio del relax, no acaban aquí. “El sofá sigue siendo el elemento sobre el que gira todo el salón”. ¿Como una especie de altar? “Sí, y cada vez es más grande. Y, de hecho, vuelve a diseñarse en terciopelo”. El pasado también se revisita en otro tipo de muebles. “Las formas de los 60 están de moda otra vez. Se adaptan a materiales más actuales y se mezclan con elementos metálicos, tipo joyería, y maderas nobles”. Visto lo visto, reformular los clásicos con nuevas perspectivas se mantiene a la orden del día. Mucho más que repensar la domótica. “Excepto las persianas motorizadas y la calefacción con control a distancia, que es lo más demandado, todo lo demás sigue bastante en el aire”, concluye Diego. “Lo que hace falta para avanzar es una implementación real, factible, en el día a día. Que esos proyectos dejen de entenderse como parte de la casa del futuro y se conviertan en el presente”.